miércoles, 4 de enero de 2023

Avatar: el sentido del agua

 

Varios años después de los hechos narrados en Avatar, Sully y Neytiri han formado una familia y, junto a los Omaticaya, viven una vida feliz. Pero la llegada de nueva "gente del cielo" (humanos) al planeta Pandora romperá esta paz que se ha forjado.

Llega la secuela de la película más taquillera de todos los tiempos. Nada menos que trece años ha tardado James Cameron en dar forma a Avatar: el sentido del agua, que recoge el testigo de su predecesora para mostrarnos más detalles y habitantes de Pandora y su lucha contra los codiciosos humanos que desean esquilmar sus recursos naturales. Vamos a analizar en detalle lo que nos ofrece esta secuela.

Empecemos por su punto más flojo: el guion. Muy previsible, no sorprende en ningún momento, no tiene giro ninguno, a los diez minutos de empezar la película ya ves como va a transcurrir entera... pero rompo una lanza por Cameron y su equipo porque, al menos, esta vez no parece un plagio directo de nada. Quiero decir, Avatar me pareció un "Space Pocahontas mezclada con Bailando con lobos". Su segunda parte me parece un refrito de muchas cosas, pero al menos, no puedo seguirle la pista a ninguna para decir "es clavada a". En esta ocasión, el director cuenta con un equipo de guionistas, y se nota. La historia, sin (insisto) sorprender, es sólida y funciona. Y además, sirve por completo a la parte visual, de la que hablo más abajo.

En cuanto a los personajes, bien, no son tampoco para echar cohetes, por lo general resultan algo planos y cuesta empatizar con algunos, pero al menos, se han sacado de la manga uno bastante interesante (Kiri, la hija mayor de Sully y Neytiri), que además promete más trama... porque, lo aviso desde ya, la película queda abierta, así como la primera podía verse (más o menos) como una historia cerrada, esta deja claro que habrá, al menos, una parte más. Espero que Cameron no tarde otros trece años en hacerla, porque a este paso se muere antes de terminar las cinco que tiene previstas...

Y ahora, vamos con el punto fuerte: los efectos visuales. Decir que son espectaculares es quedarse corto. Avatar: el sentido del agua es un regalo para los sentidos, una delicia visual, un apabullante y fabuloso espectáculo que debe verse, sí o sí, en el cine y en 3D. En especial, las escenas en el agua se llevan la palma, son de una belleza que casi roza la perfección. La parte técnica está muy mejorada con respecto a su antecesora, y desde luego, está a años luz de cualquier película de ciencia ficción o fantasía de la actualidad. Cualquier palabra que diga se queda corta para describir la experiencia que supone ver esta película en el cine, hay momento en que, incluso, parece 4D, porque es tal la calidad de las imágenes que te da la sensación de que te estás moviendo, y todos los planos sirven a aumentar esa sensación de que todo lo que estás viendo es real, y que la interacción entre humanos y criaturas y entornos alienígenas es auténtica.

Y esto es todo lo que da de sí Avatar: el sentido del agua, un guion simple que sirve a una historia narrada a través de imágenes, lo cual le sube, sin duda, la nota, que a mi modo de ver es un 7.

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